era ya cerca del mediodía, la pared estaba orientada al sur y hacía un calor del copón… Pepe estaba abriendo el primer largo de la segunda vía en la que nos metíamos ese día… se iniciaba con tendencia a la izquierda, para llegar a una repisa que se flanqueaba hacia la derecha, y encaramarse después por una canal, justo enfrente nuestro.
ya por encima de la repisa se oye ese grito (típico de Montserrat) que llena de espanto a los que estamos abajo… ¡¡¡PIEDRAAAAAAAA!!!
en esas veo un canto rodado de unos 20 cm de diámetro que, grácilmente, baja rebotando por la pared y salta de la repisa…
…en una décima de segundo mi cerebro hace un impecable cálculo de trayectorias y probabilidades, concluyendo que después del siguiente rebote el bolo impactará en mi cabeza (flashforward: tanatorio: “en el fondo era un buen tipo… le teníamos aprecio… ya no nos dará la vara con ese blog, menos mal…”)
el tiempo se paraliza… y casi a cámara lenta… Jesús y yo vemos como salta el pedrolo… a cuatro metros delante nuestro … hacia ATRÁS (¡¡¡???!!!)… trazando posteriormente un lento y parsimonioso descenso por rodamiento hasta cerca de nuestros pies.
no… no es que el Espíritu Santo haga horas extras con escaladores de tres al cuarto (que está bastante ocupado procurando limitar los asientos de las zapatas y aguantar taludes que no se caen de milagro); la respuesta está en el coeficiente de rugosidad del talud… que es de lo que va este post (aunque no lo parezca).
en esto de la geotecnia uno, a veces, se encuentra con la necesidad de dirimir en situaciones curiosas, como aquellas en las que un promotor ha decidido vender una preciosidad de casitas con unas vistas fantásticas, situadas, eso sí, al pie de un talud (¿qué digo talud? mejor de un buen escarpe) de maravillosa roca, a ser posible con sus buenas diaclasas, y si se tercia, con foliaciones varias y la pertinente estratificación.
en ocasiones, el promotor en cuestión puede tener una solera de siglos (no olvidemos que la iglesia católica es el promotor en activo con mayor antigüedad), y en lugar de una casita, le puede dar por edificar, qué sé yo… un monasterio, que con el tiempo devendrá centro turístico nacional, y un negocio redondo (cinco euros por aparcar… qué barbaridad)… llámese santuario de Montserrat… por ejemplo.
ante la perspectiva de que, bien sea la casita o bien sea el monasterio, el edificio pueda recibir un buen día la inesperada visita de un bolo del tamaño de una lavadora, y especialmente cuando ya se han dado antecedentes, le asaltan algunas dudas existenciales al propietario o al promotor, tales que puedan llevarle a ponerse en contacto con algún especialista “en eso del terreno”
años ha, estas contingencias se solucionaban colocando en la zona afectada alguna señal de aviso, tal cual la siguiente (que se hizo muy famosa al ser adoptada como avatar por uno de los bloggers más influyentes del gremio).
una señal que, si se pone, es por algo, oiga…
pero como la señal en cuestión, una vez la has visto tres o cuatro veces, pasa desapercibida (con los consiguientes daños a los vehículos estacionados), al final se optó por desarrollar procedimientos o sistemas que paliasen, en la medida de los posible, los riesgos por desprendimiento;
no nos vamos a alargar en este post (que ya me está saliendo más largo de la cuenta) en una exposición de todos ellos, que para eso están los libros especializados en esas cosas, y las webs de los especialistas
vamos a centrarnos, en todo caso, en la cuestión que cómo diantre se decide qué barrera, pantalla o lo que sea colocar para protegernos del desastre.
resulta evidente que, ante todo, hay que tener claras ciertas cosas, como el tamaño de los bloques a detener… dado que contamos con cierta base sobre geología, esto podemos resolverlo estudiando el macizo (área fuente de los bolos en cuestión), y en función de la litología y fracturación del mismo (entre otras cosas), hacer una estimación más o menos predictiva sobre el tamaño “característico” (lo más grande de entre lo probable) del bolo en cuestión.
visto esto, habrá que determinar con qué mala uva impactará el bolo (de dimensión armario, lavadora o TV de las de antes) con nuestra protección, para lo cual habremos de valorar qué trayectoria seguirá: aérea directa, aérea con rebotes, vía rodamiento, vía deslizamiento, o una mezcla de todas ellas.
para el estudio de trayectorias, de un tiempo a esta parte se han desarrollado multitud de algoritmos de cálculo; y como lo de calcular a mano nos da mucha pereza, de un tiempo a esta parte tenemos también varias aplicaciones que facilitan la aproximación predictiva a la solución del caso… (por cierto, y como tantas veces se dice al hablar de programas informáticos, no olvidemos aquél aforismo de Ruy Wamba: ¡¡¡¡no se debe calcular nunca con un ordenador lo que no se sepa calcular a mano!!!!).
por estos pagos hay dos aplicaciones que se llevan buena parte de la popularidad, ROTOMAP, licenciado por Geo&Soft, y CRSP, licenciado por el Servicio Geológico de Colorado (USA).
ROTOMAP es el más completo, cuenta con una aproximación 3D al problema y (un detalle muy a tener en cuenta) permite importar la topo 3D, y trabajando con ella, determinar las zonas con trayectorias más probables.
CRSP tiene a favor que resulta más sencillo de utilizar (especialmente si empezaste en esto de la informática antes de que se inventaser el ratón), y es más económico (ojo NO es gratis), pero claro, la información resultante es mucho más limitada.
de momento voy a dejar aquí el post (que ya es demasiado largo) linkando las descargas de las aplicaciones.
ROTOMAP (link de descargas de varios programas de la página de geo&soft)
CRSP (link de la página de acceso al carro de compra del CGS)
… y el próximo día continúo con lo del coeficiente de rugosidad… que es a lo que venía el post.
No hay que olvidar el Rockfall del doctor Spang y el Rocfall de Rocscience, probablemente los dos programas de simulación de caída de rocas más utilizados.Saludos